La celebración del nacimiento del Niño Dios convocaba a toda la comunidad colonial. Con entusiasmo y sorpresa, con villancicos y flores, con ofrendas y productos del campo, el pueblo se reunía en torno al pesebre para recordar la navidad. El Niño Jesús ocupaba el lugar central de los festejos que se desarrollaban en las iglesias, calles, plazas y en el seno de los hogares devotos. Estas tallas del Niño Dios, producidas en los talleres artesanales de Quito del siglo XVIII, son también la expresión alegre de la fe.
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