Durante siglos, el pueblo de Rapanui cultivó estrechas relaciones entre el mundo profano y el mundo de lo sagrado. El Mana, poder divino impersonal, se manifiesta por medio de hombres y objetos en cuales latía, confiriéndoles significado y valor. Este sentido mítico sustentó el desarrollo de una tradición artística única vinculada a la experiencia de lo religioso.
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